Deseo desde el corazón

Deseo desde el corazón... Que nunca les falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar donde ir y alguien a quien querer.
Y recuerden: lo imposible solo tarda un poco más...

viernes, 14 de agosto de 2009

Familiaridad con lo querido

Tener internet por este lado del mundo se vuelve complicado.
Las opciones son muchas, pero no las que llegan hasta mi reducto domiciliario.
Y yo con tantas cosas para contar!
El movimiento genera movimiento y acá a veces me siento como si hubiera entrado en una rueda interminable y lejos de quejarme, lo celebro.
Los contactos traen contactos, las oportunidades traen más oportunidades, los recuerdos más de ellos mismos, los reencuentros más gente querida y los perros más perros.
Digamos que toda mi rama familiar está podada, o que siempre fue un bonsai. Por eso dar con parientes (aunque sean de los lejanos) es una felicidad inmensa ya que uno no se siente tan sólo en el universo.
Con mi prima R. siempre fuimos primas.
Y la realidad es que no sé si lo somos. O sí pero no sé por dónde. Con esta cuestión de que su madre y mi madre, más la madre de su madre y bla bla bla... el parentesco lo perdí en el camino. Pero que somos primas, somos primas.
Lo mismo ocurre con otros primos que aparecen ahora en esta ciudad también familiar.
La primera en hacer puerto fue AM., pariente, prima o lo que sea, que hace unos cuantos años era más cercana a mi madre, y ahora como si las distancias se hubieran achicado como por arte de magia, comparte conmigo amistades y salidas.
Y en un tramo de este contínuo paseo por el pasado que hago cada día en esta ciudad, me llevó a ver a su tía T., de 91 años y que la encontré tal como la recordaba, "con más años encima, pero la misma", como diría el personaje de mi obra.
El mismo lugar que una habitó de niña (iba seguido a su casa con mi abuela M.) de repente se apersona tal cual es ahora, pero con las imágenes veladas de aquellas visitas, de aquellos tiempos. Y entonces los objetos se duplican, y el color de las paredes, y los cuadros y las habitaciones. Y se redimensionan. Ya nada es tan grande como era, ni tan largo ni tan profundo. Pero en un lugar de la retina sigue siendo igual de grande, de largo y de profundo.
Y esa visita trajo también al presente a M. a quien prácticamente no recordaba más que borrosamente. Un reconocer a gente que de una manera u otra, está presente en los recuerdos desde la mismísima iniciación de la memoria.
La familiaridad con lo querido.
Y la vida se va organizando.
Y doy clases, y ensayo mi obra.
Mi obra. Que siento que se va a resignificar de manera notoria y notable. Con ideas nuevas que surgen, con momentitos de puesta que me gustaría conservar, con el desafío que implica dirigir actores que no se sienten actores pero que ávidos de refrescos se acercan a la propuesta de modalidad de ensayo y que tímidamente cada vez se le van animando más a esta nueva manera de mostrarse y de buscar.
Con personas que quieren ver qué es lo que hacemos, conmigo que no me molesta, con la posibilidad de pedir y conseguir (qué ventaja maravillosa es sentirse chico como pueblo) y entonces podré tener por fín! mi reclinatorio para los monólogos, con las salidas después de los ensayos y con el placer también de ensayar en la sala desde el momento cero.
Y ahora también parece que los viejos se vienen a vivir acá.
Y todo hace pensar que también me dejaría ganar por una perra más a riesgo de que no sepa como frenar la rueda, y más gente que piensa en venir y más felicidad para compartir.
Buenos Aires se siente cada ves más lejana, menos atractiva, más problemática, menos disfrutable.
Tardé un par de años en volver a las Galerías Pacífico (ahora que estudio Bellas Artes debería regresar para ver los frescos de su techo, nunca les di bola). Si no tengo que ir por trabajo, no sé cuánto me llevaría volver por que sí.
Ni siquiera para ver a F. Ni siquiera para ver a E.
(Me quedé pensando si es correcto el orden en que los nombré. Quién sabe)