Deseo desde el corazón

Deseo desde el corazón... Que nunca les falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar donde ir y alguien a quien querer.
Y recuerden: lo imposible solo tarda un poco más...

viernes, 11 de septiembre de 2009

Impulso irracional

Buenos Aires,
Capital,
el centro
o como lo nombremos, en este momento se reduce a mi trabajo.
Y como por arte de magia o inspiración divina, acabo de darme cuenta qué es lo que tanto me molesta de esta asociación.
Me preguntaba desde hace un tiempo (coincidentemente con la mudanza) qué era lo que me molestaba tanto de viajar, no siendo el viaje en sí mismo. Del estar allá, del querer volver corriendo cuando me desocupaba, del ya no encontrarle sentido a disfrutar de la ciudad.
Hoy parecería que las respuestas hubiesen venido todas juntas y de la mano a mi encuentro, rodeándome, atragantándome, avasallándome y también angustiándome.
Todo se reduce a dos escasas palabras: relaciones humanas.
Y todo un mundo que las abarca y las dispara.
Tengo un trabajo (allá) que se supone atractivo, interesante, estimulante y hasta cómodo y agradable.

En teoría.

Si hoy debo definirlo desde la emoción más sincera, lo considero mezquino, rivalizante, hipócrita, congruente de egos sin sentido, politizado, conveniente, falso, egoísta.
Donde todos hablan mal de todos pero por la espalda.
Donde todos miran la aguja en el pajar ajeno.
Donde todos se sienten jefes y el que lo es no se hace cargo.
Donde las críticas salen del lugar más mísero para lograr la destrucción del otro.
Donde se regodean con esa destrucción.
Donde todos niegan los problemas vinculares existentes pero el que puede aplastar aplasta.
Donde se busca que todos trabajen igual pero no por el mismo dinero.
Donde sé que no me quieren pero nadie me lo dice.
Donde yo tampoco los quiero y ahora lo estoy diciendo.
Donde alguna vez deseé trabajar y donde ahora deseo salir.

Los vínculos no me son sinceros.
Las relaciones tiene sólo que ver con el poder.
Las mezquindades están a la orden del día.

Pareciera que todos añoran lo que era, pero se siguen quedando pese a lo que es.
No viví su esplendor, pero me molesta esta decadencia en la que escucho palabras salir de bocas y y yo sólo me ocupo en adivinar cuál será el pensamiento real de las cabezas de esas bocas.

Y deseo inmensamente salir corriendo hacia mi oasis cada vez que llego.
Porque la constitución de mi oasis tiene que ver también con lo vincular.
No solamente éste es mi lugar elegido porque tiene presencia y cuerpo importante desde mi niñez, sino porque los vínculos que estreché desde mi llegada los considero mucho más sinceros que los establecidos “allá”.
Porque acá la gente se relaciona. Acá la gente se vincula. Acá la gente se permeabiliza al otro, se permite la entrega, abre casa y corazón, se consolida.

Alguna vez alguien me dijo (al comentarle que me venía a instalar acá) que “mejor cabeza de ratón que cola de león”.
¡Y yo creo que está tan invertido el concepto!
O si lo pienso bien, tal vez sea cierto.
Los leones necesitan jungla. Y ellos allá la tienen.

No es lucha de lugares.
Pero siempre sentí que las relaciones me eran complicadas. Y hasta creo haberlo escrito también.
Pero ahora sé que las relaciones me eran complicadas en el lugar equivocado.
Harta de tanta tranza, tanta irrealidad, tanta histeria.
Ahora parece que se me dan de otra manera.
Claro que pueden no funcionar (las amorosas en especial) pero incluso esas, desde un lugar de mayor sinceridad. También las laborales.

Hay relaciones que no funcionan.
La mía con Buenos Aires es una de ellas.
Estoy feliz en lo pequeño.
Y ojalá desde allá lo sigan considerando así para que no se den cuenta que acá está el paraíso y siga siendo para pocos.
Pocos.
Sencillos.
Sinceros.
RATONES.