Deseo desde el corazón

Deseo desde el corazón... Que nunca les falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar donde ir y alguien a quien querer.
Y recuerden: lo imposible solo tarda un poco más...

martes, 1 de diciembre de 2009

Todo pasa...

... Y muchísimo fue lo que quedó de esta primerísima etapa de Jardines...
Las dos funciones fueron a mi subjetivo ojo, espectaculares.
Porque más allá de cómo estuvieron mis chicas, descubro una nueva y gran palabra en esta situación de función: ALEGRÍA.
Más allá de los nervios, más allá de las corridas y las incertidumbres, hubo alegría.
Y recuerdo el abrazo en escenario antes de dar sala y me remite alegría;
la compra del pequeño regalo a cada una, y me remite alegría;
la gente saliendo y nosotras en el camarín y me remite alegría;
el cambio de la escalera en la soledad del teatro, y me remite alegría;
la efectividad del final de la segunda función, y también me remite alegría.

DEFENDER LA ALEGRIA.

Lo dice Benedetti
lo canta Serrat
y yo quiero llevarlo a cabo de aquí en más en ensayos o funciones.

No descubrí la pólvora
pero sí una compañera excelente para que el trabajo fluya relajado.

¡Qué lindo fue todo!

martes, 24 de noviembre de 2009

Ellas en acción...





Disfrutaron. Se emocionaron. Vivieron. Sufireron.
Presenciaron. Atravesaron. Emocionaron. Las aplaudieron.

Y así se vieron.

martes, 17 de noviembre de 2009

Agradecimiento especial

A mis dos actrices geniales.
Que se entregaron al trabajo.
Que se dejaron dirigir.
Que confiaron en mí y en mi forma de trabajar.
Que cuando se complicó la cosa allá lejos y hace tiempo, fueron las disparadoras de esta nueva propuesta.
Que tuvieron ganas de seguir pese a todo.
Que enfrentan los desafíos y se "desarman".
Que piden más ensayos para lograr ajustes.
Que hicieron que me reconciliara con la dirección.
Que me hicieron feliz por primera vez, en un completo proceso creativo.
Que confiaron en el texto y le entraron con pasión.
Que son las mejores Prudence y Angélique que pude haber conocido.
Que le dieron vida a mis palabras.

Y que el sábado sé que me emocionarán con su trabajo.

Gracias, chicas por tanta felicidad!
Las quiero.

Últimos pasos...

...Antes del estreno.

Y si bien será un estreno diferente, confío tanto en la propuesta y en las actrices que la sostienen, que llego a días antes completamente relajada, feliz, despreocupada y disfrutando.

Porque mis actrices me piden más ensayos, porque se comprometen con el trabajo, porque todos los integrantes del equipo teatral colaboran y aportan lo que sea (desde la construcción de la escenografía, o las ideas aportadas, o los espacios cedidos o las notas conseguidas), porque las notas del diario prometen y empujan, porque me dieron un espacio hermoso para trabajar, porque se adaptaron a mi forma de trabajo, porque ya repiten mis códigos...

Estoy ansiosa desde la tranquilidad para el sábado.

Quiero que llegue porque estoy feliz de mostrarlo.

Maravillosa sorpresa campera!!

Pensé que no existían más.
Pero como en una vuelta a la niñez (o a la época en que el aire estaba menos contaminado), vuelvo a ver...
BICHITOS DE LUZ!!!!!!!!!!!!!

Aquí están, y me encanta verlos noche tras noche.
Una alegría más!
Y van...

Palomita blanca

Desde hace más de un mes, en dos escuelas.
Con características muy diferentes entre una y otra.
La de los rezagados, de los repetidores, de los problemáticos, de los que no se adaptan... y la otra.
Pero precisamente en la conflictiva, es en la que veo más conexión con esta herramienta escolar maravillosa que es el quehacer teatral.
Porque no todos los grados pueden "hacer teatro".
Pero hay quienes dibujan escenarios a través de cuentos y determinan personajes;
están los que improvisan una suerte de colectivo animalesco en la que juegan incansablemente a las persecusiones entre manadas;
los que enganchados desde una canción, imaginan un universo de personajes;
y los que sí, hacen teatro escribiendo sus propias historias.
Y la imaginación fluye más allá de lo visto en televisión. Será que tal vez ellos son los que no miran televisión.
Y yo me maravillo de ver cómo sus cabezas dan rienda suelta a las más fascinantes historias.
Y organizo planificaciones que después no cumplo porque me dejo llevar por sus propuestas.
Y me encanta saber que en casa estuvieron trabajando o que se reunieron para escribir una historia mejor para mostrarme.
Y celebro también terminar el año con ellos que hace tanto tiempo no tenían su materia y que ahora no nos alcanza el tiempo para tanto.

Y como la provincia es la provincia...
voy a dar clases de guardapolvo blanco.
Pero ojo! con un toque creativo: en tanta blancura, las máscaras del teatro en primer plano, como para que quede claro maestra de qué soy.
Y el guardapolvo sintetiza y rectifica.
Entonces cuando voy en mi bicicleta a clases, sé que los que me cruzan (en el camino a una de ellas, a la otra más que unas cuántas vacas...) saben a ciencia cierta a que me dedico.
Y me saludan.
Pareciera como que aquí existe aún la importancia del "maestro".
Y me gusta formar parte.
(Aún con el guardapolvo blanco).

martes, 10 de noviembre de 2009

Mi ciudad





Aquí unas fotos de la ciudad que me abrió su corazón para que me sienta en casa.
Era mi casa "elegida".
Es "mi" casa ahora.
Y el hecho de caminar por sus calles y cruzarme con gente que ya me saluda, porque ya estreché lazos, resignifica esta elección.

Me gusta pertenecer.
Y además es bonita.
Miren, sino.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Estrenamos!


Las ganas son muchas: de compartir, de mostrar, de sacar a la luz, de que nos vean, de que sepan cómo trabajamos, de que nos descubran en acción.

No está del todo lista.
Nos falta la escenografía definitiva, el vestuario que será el final, algunos objetos de época... pero está el clima y el maravilloso trabajo de mis actrices que me llenaron de felicidad en este proceso.

Y si en Buenos Aires se usa el Work in progress, por qué no instaurarlo también aquí?
Creo que las tres nos merecemos la vidirera. Desde que llegué hace seis meses, estoy trabajando mucho y tengo ganas de que conozcan mi forma, mi estética, mis ideas puestas en escena.



A eso vine. A volcar mis años de estudio, de entrenamiento, de síntesis, de obras ensayadas... para que, lo que considero mi arte, se pueda expresar en el lugar que elegí.
Ojalá sea el inicio de buenos proyectos, de buenas ideas concretadas, de más y más teatro.
Es un deseo de corazón.


Entonces...
Sábados 21 y 28 de Noviembre - 21 hs.
Teatro Talía, Mercedes, Buenos Aires

lunes, 2 de noviembre de 2009

Jardines!!!

Todo fluye.
Todo se ordena cuando debe hacerlo.

Me crucé con gente que tiene el mismo impulso creativo, las mismas ganas de hacer, de mostrar, de crear...
Cuando R. dejó el elenco de Blancagrande y tuvimos que suspender los ensayos... en realidad, el estreno porque estábamos a pasos de hacerlo, intenté desesperadamente darme cuenta cuál era el beneficio de esa decisión, descubrir lo positivo de aquello.
Lo descubrí apenas días después de su decisión.
Me junté con C. y S. y resolvimos seguir trabajando. (Cómo?, En qué?)

Lo charlamos, pusimos en papel nuestros deseos, y así nació Jardines de guerra.
Qué es?
La nuesva obra que escribí y que estamos ensayando para empezar a mostrar en poquitos días.
Estará 100% lista para el año que viene, pero como estamos trabajando intensamente y las tres tenemos ganas de mostrar nuestro trabajo, vamos a empezar con pruebas piloto (work in progress capitalino) dentro de poquito.
Me gusta. Me gusta el texto que me nació, me gusta que a ellas les guste, me gusta la energía de los ensayos, me gusta que la construimos entre las tres, me gusta el proceso, me gusta que voy a los ensayos a disfrutar.

Por primera vez!!!!
Es sólo disfrute.

No me angustio,
no me arrepiento de dirigir,
no me dan ganas de trabajar con títeres (como decimos con G)...


Me da plena felicidad.
Tengo muchísimas ganas de que salga a la luz.
Quiero mostrarlo.
Quiero que me vean a través de ellas y del texto.
Es lo que quise escribir desde que escribo.
Sensible, emocionante, desgarrador por momentos, tierno también, y con un final...
A Talía para verlo!!!


Una piedra en el zapato

Que venía molestando y no me dejaba disfrutar completamente de este universo que me propuse recrearme.
Y como la vida corre y es una sola, me siento con el deber hacia mí misma de intentar construirla de manera placentera, sintiéndome feliz cada noche al acostarme por cómo lo estyo haciendo.

Capital me estaba molestando.
En realidad, mi trabajo en Capital era el que me molestaba. Ya hablé de eso en una entrada anterior.

Hace algunos días hablaba con E. (con el E. de aquí), y le decía que sentía que ya había duelado alguna vez más de lo que debería haberlo hecho y que no quería repetir esa situación.
Entonces ahora salgo a resolver.
Y resolví.
Renuncié a mi trabajo capitalino y conseguí trabajo acá.
Estoy dando clases de teatro en escuelas.
Sí, lo que siempre quise hacer.
También estoy dirigiendo. También lo que quiero hacer.
Con la conexión con lo mío de la forma que quería.

La docencia me gusta, la disfruto, me completa.
Sé que voy a pasar por la vida de esos chicos y que tal vez, los ayude a concretar sueños.
En el teatro todo se puede.
Y en la vida también. Por lo menos me gustaría que sean capaces de creerlo como para intentarlo.

La vida se va organizando en la frecuencia que corresponde, pareciera.
Lo que tiene que suceder, sucede.

Con E. (el de allá), nos vimos en mi última visita a Capital.
Pero no va a haber más idas para allá.
Y como él no está dispuesto a venir para acá, yo tampoco siento la necesidad o las ganas de hacer yo el esfuerzo. (Ya las cosas han cambiado notablemente en ese aspecto)

Por lo que se deduce que nuestros encuentros serán muchísimo más espaciados. Si son.
Hay algo de la conexión que no quisiera perder. Existe un sentimiento enraizado en el alma que va a permanecer más allá de... pero no es lo suficientemente poderoso como para hacer el intento del encuentro cuando sé que él (E.) sólo espera, que nunca va a generar, que nunca va a hacer algo para provocarlo.
Mi vida ahora está acá. Así lo quiero y así lo siento.

Tengo la vida que siempre quise tener (o por lo menos, algo muy muy cercano a ello).
El que quiere compartirla, bienvenido sea.
El que no... dejaremos de vernos entonces.





viernes, 11 de septiembre de 2009

Impulso irracional

Buenos Aires,
Capital,
el centro
o como lo nombremos, en este momento se reduce a mi trabajo.
Y como por arte de magia o inspiración divina, acabo de darme cuenta qué es lo que tanto me molesta de esta asociación.
Me preguntaba desde hace un tiempo (coincidentemente con la mudanza) qué era lo que me molestaba tanto de viajar, no siendo el viaje en sí mismo. Del estar allá, del querer volver corriendo cuando me desocupaba, del ya no encontrarle sentido a disfrutar de la ciudad.
Hoy parecería que las respuestas hubiesen venido todas juntas y de la mano a mi encuentro, rodeándome, atragantándome, avasallándome y también angustiándome.
Todo se reduce a dos escasas palabras: relaciones humanas.
Y todo un mundo que las abarca y las dispara.
Tengo un trabajo (allá) que se supone atractivo, interesante, estimulante y hasta cómodo y agradable.

En teoría.

Si hoy debo definirlo desde la emoción más sincera, lo considero mezquino, rivalizante, hipócrita, congruente de egos sin sentido, politizado, conveniente, falso, egoísta.
Donde todos hablan mal de todos pero por la espalda.
Donde todos miran la aguja en el pajar ajeno.
Donde todos se sienten jefes y el que lo es no se hace cargo.
Donde las críticas salen del lugar más mísero para lograr la destrucción del otro.
Donde se regodean con esa destrucción.
Donde todos niegan los problemas vinculares existentes pero el que puede aplastar aplasta.
Donde se busca que todos trabajen igual pero no por el mismo dinero.
Donde sé que no me quieren pero nadie me lo dice.
Donde yo tampoco los quiero y ahora lo estoy diciendo.
Donde alguna vez deseé trabajar y donde ahora deseo salir.

Los vínculos no me son sinceros.
Las relaciones tiene sólo que ver con el poder.
Las mezquindades están a la orden del día.

Pareciera que todos añoran lo que era, pero se siguen quedando pese a lo que es.
No viví su esplendor, pero me molesta esta decadencia en la que escucho palabras salir de bocas y y yo sólo me ocupo en adivinar cuál será el pensamiento real de las cabezas de esas bocas.

Y deseo inmensamente salir corriendo hacia mi oasis cada vez que llego.
Porque la constitución de mi oasis tiene que ver también con lo vincular.
No solamente éste es mi lugar elegido porque tiene presencia y cuerpo importante desde mi niñez, sino porque los vínculos que estreché desde mi llegada los considero mucho más sinceros que los establecidos “allá”.
Porque acá la gente se relaciona. Acá la gente se vincula. Acá la gente se permeabiliza al otro, se permite la entrega, abre casa y corazón, se consolida.

Alguna vez alguien me dijo (al comentarle que me venía a instalar acá) que “mejor cabeza de ratón que cola de león”.
¡Y yo creo que está tan invertido el concepto!
O si lo pienso bien, tal vez sea cierto.
Los leones necesitan jungla. Y ellos allá la tienen.

No es lucha de lugares.
Pero siempre sentí que las relaciones me eran complicadas. Y hasta creo haberlo escrito también.
Pero ahora sé que las relaciones me eran complicadas en el lugar equivocado.
Harta de tanta tranza, tanta irrealidad, tanta histeria.
Ahora parece que se me dan de otra manera.
Claro que pueden no funcionar (las amorosas en especial) pero incluso esas, desde un lugar de mayor sinceridad. También las laborales.

Hay relaciones que no funcionan.
La mía con Buenos Aires es una de ellas.
Estoy feliz en lo pequeño.
Y ojalá desde allá lo sigan considerando así para que no se den cuenta que acá está el paraíso y siga siendo para pocos.
Pocos.
Sencillos.
Sinceros.
RATONES.


viernes, 14 de agosto de 2009

Familiaridad con lo querido

Tener internet por este lado del mundo se vuelve complicado.
Las opciones son muchas, pero no las que llegan hasta mi reducto domiciliario.
Y yo con tantas cosas para contar!
El movimiento genera movimiento y acá a veces me siento como si hubiera entrado en una rueda interminable y lejos de quejarme, lo celebro.
Los contactos traen contactos, las oportunidades traen más oportunidades, los recuerdos más de ellos mismos, los reencuentros más gente querida y los perros más perros.
Digamos que toda mi rama familiar está podada, o que siempre fue un bonsai. Por eso dar con parientes (aunque sean de los lejanos) es una felicidad inmensa ya que uno no se siente tan sólo en el universo.
Con mi prima R. siempre fuimos primas.
Y la realidad es que no sé si lo somos. O sí pero no sé por dónde. Con esta cuestión de que su madre y mi madre, más la madre de su madre y bla bla bla... el parentesco lo perdí en el camino. Pero que somos primas, somos primas.
Lo mismo ocurre con otros primos que aparecen ahora en esta ciudad también familiar.
La primera en hacer puerto fue AM., pariente, prima o lo que sea, que hace unos cuantos años era más cercana a mi madre, y ahora como si las distancias se hubieran achicado como por arte de magia, comparte conmigo amistades y salidas.
Y en un tramo de este contínuo paseo por el pasado que hago cada día en esta ciudad, me llevó a ver a su tía T., de 91 años y que la encontré tal como la recordaba, "con más años encima, pero la misma", como diría el personaje de mi obra.
El mismo lugar que una habitó de niña (iba seguido a su casa con mi abuela M.) de repente se apersona tal cual es ahora, pero con las imágenes veladas de aquellas visitas, de aquellos tiempos. Y entonces los objetos se duplican, y el color de las paredes, y los cuadros y las habitaciones. Y se redimensionan. Ya nada es tan grande como era, ni tan largo ni tan profundo. Pero en un lugar de la retina sigue siendo igual de grande, de largo y de profundo.
Y esa visita trajo también al presente a M. a quien prácticamente no recordaba más que borrosamente. Un reconocer a gente que de una manera u otra, está presente en los recuerdos desde la mismísima iniciación de la memoria.
La familiaridad con lo querido.
Y la vida se va organizando.
Y doy clases, y ensayo mi obra.
Mi obra. Que siento que se va a resignificar de manera notoria y notable. Con ideas nuevas que surgen, con momentitos de puesta que me gustaría conservar, con el desafío que implica dirigir actores que no se sienten actores pero que ávidos de refrescos se acercan a la propuesta de modalidad de ensayo y que tímidamente cada vez se le van animando más a esta nueva manera de mostrarse y de buscar.
Con personas que quieren ver qué es lo que hacemos, conmigo que no me molesta, con la posibilidad de pedir y conseguir (qué ventaja maravillosa es sentirse chico como pueblo) y entonces podré tener por fín! mi reclinatorio para los monólogos, con las salidas después de los ensayos y con el placer también de ensayar en la sala desde el momento cero.
Y ahora también parece que los viejos se vienen a vivir acá.
Y todo hace pensar que también me dejaría ganar por una perra más a riesgo de que no sepa como frenar la rueda, y más gente que piensa en venir y más felicidad para compartir.
Buenos Aires se siente cada ves más lejana, menos atractiva, más problemática, menos disfrutable.
Tardé un par de años en volver a las Galerías Pacífico (ahora que estudio Bellas Artes debería regresar para ver los frescos de su techo, nunca les di bola). Si no tengo que ir por trabajo, no sé cuánto me llevaría volver por que sí.
Ni siquiera para ver a F. Ni siquiera para ver a E.
(Me quedé pensando si es correcto el orden en que los nombré. Quién sabe)

miércoles, 8 de julio de 2009

Reeligiendo lo elegido

Junio, 28
Esperé dos semanas. Dos semanas que fueron casi interminables, que cada vez que sonaba el teléfono mi corazón daba un salto de aproximadamente dos metros de altura.
Pero el llamado esperado no llegó. Y lo peor fue que no llegó ni por sí ni por no. Bueno, si lo pienso bien, creo que prefiero la incertidumbre al no. No, prefiero el no.
La realidad es que estoy acá, tal como había decidido estar hace dos meses.
Sin la posibilidad San Martín, vuelvo a re armar mi vida aquí y vuelvo a reelegirla. Y a re quererla.
Entonces vuelvo a activar el tema trabajo. Viajar a diario para trabajar como actriz era una cosa, y viajar seguido para otro tipo de trabajo, es otra bien distinta.
Entonces vuelvo a querer instalarme acá permanente. Conseguir recursos para no moverme, para permanecer en definitivo.
Y volver a ensayar lo que nunca comencé pero que sigue en pié. Y también la otra.
Y dar clases.
De todas formas no dejo de fantasear con la posibilidad. El imaginarme en la Martín Coronado es un sueño que me da bronca haber acariciado sólo de lejos. Me queda el consuelo de saber que hice mi mejor intento. No podría haberlo hecho mejor, eso es lo que doy como actriz, porque si todo. El hecho de que el sí no haya llegado me duele pero no me fracasa. Pienso que por lo menos tuve la posibilidad.
¡¡¡¡Igual quería el sí!!!!
Si lo pienso desde la óptica del viaje, no sé cómo lo hubiera resuelto. Realmente hubiera sido un trastorno el viajar todos los días. No sé en qué lo hubiera hecho con los horarios que seguramente se hubieran manejado. Y si hay algo que tengo claro es que de acá no me muevo otra vez.
Este es mi lugar y lo sigo eligiendo.
Es más, ya estoy pensando en tres hectáreas para dentro de dos años.
Sé que acá también puedo consolidarme como actriz.
Claro que no es lo mismo, claro que es otra cosa, pero es lo que me da el lugar que elegí para habitar, para hacer propio, para desarrollarme, para seguir con mi vida.
Y entonces vuelvo a estar feliz de la elección y vuelvo a querer sobresalir acá de la mejor manera posible.
Y tal vez sea eso lo que no me deja deprimirme porque no llamaron. O tal vez el saber que lo hice bien.
Hoy es lunes.
Esta noche tengo reunión por unas clases y el viernes ya tengo ensayo.
Mi vida se vuelve a armar. Es lo que quería.¡Y adiós San Martín! (u ojalá hasta prontito).

Veo una gorda en el espejo

Julio, 7
Y como estoy sola en casa, no cabe otra posibilidad que admitir que esa gorda que veo, soy YO.
Hace dos meses que me mudé y llevo aumentados tres kilos. Eso en nosotras, las mujeres, es más que significativo.
Y a rigor de verdad, aumenté también la cantidad de placeres que me propicio y esto incluye por supuesto, los culinarios.
No sé si es porque la vida acá es un tanto más barata que en capital, pero siempre tengo cosas ricas para amenizar los días que antes no estaban en mi alacena.
También tengo más tiempo. Entonces el desayuno se convierte en EL desayuno, y también almuerzo y si estoy a la tarde cómo no merendar, y algún entremés…
Cuando el espejo me devuelve esa imagen… algo de mí se desestabiliza y pienso que debo hacer algo urgente. Pero acto seguido, cuando caigo en la cuenta que es una resultante placentera, de la cadena de placeres cumplimentados que trajo esta vida de campo… me miro con un poco más de cariño y hasta le guiño el ojo a esa casi extraña.

La oportunidad deseada

Junio, 12
Tanto… es tan maravilloso…
Otra vez, San Martín.
La euforia del primer momento se fue convirtiendo gradualmente en felicidad, luego mutó en nervios, luego en incertidumbre sobre qué decisión tomar para encarar el monólogo que tenía que presentar y finalmente en trabajo. Preparé ese texto a diario, con la ayuda incalculable de I. que se bancó ir conmigo a diario al teatro para tirarme propuestas y luego ayudarme a darles forma.
Días previos a la audición… quinta de P. tomando mate, paseos en bici, una ida al monte, y siempre siempre, teatro para ensayo.
Le encontré la vuelta a lo que quería y mi única preocupación era quedarme con la sensación de que había hecho todo lo que estuviera a mi alcance.
Y eso fue lo que me pasó.
La audición fue como imaginaba.
Entraba al teatro y sabía, sentía que no era como las veces anteriores. Era el mismo espacio donde alguna vez cursé. Pero la diferencia era abismal.
No podía dejar de pensar en la situación en la que me encontraba y tampoco podía dejar de agradecer.
Quería disfrutarlo.
Me concentré en eso.
Por supuesto que hacerlo bien era la prioridad, pero sabiendo que disfrutaba también cada momentito de ese gran momento.
Sentí que me fue bien.
Eso significa que me quedé contenta con lo que hice.
No puedo saber qué era lo que esperaba ver el director (y a menos que me convoquen para trabajar no lo sabré), pero lo que sí sé es que hice lo que quería hacer, y desde mi percepción me gusté.
Ahora a esperar dos semanas. Sabiendo que fuimos muchas las que audicionamos y que sólo hay cuatro personajes femeninos.
Pero me tengo fe. Confío en mi trabajo. Por una vez en mucho tiempo, confío radicalmente en mí.
Sé que voy a lograrlo.
Deseo ese trabajo.
Va a ser mío.
Pensarlo para que suceda. Eso hago. Con todas las fuerzas del universo (y algunas promesas encima).

¿Y también el amor?

Junio, 4
Demasiada palabra, muy grande pero tal vez posible.
Hace unos días alguien me siguió cuando yo iba en bicicleta.
Me pareció guapo y le hablé.
Ese mismo alguien hace un par de días me mandó mensaje, nos vimos, vino a casa, empezamos a conocernos, nos besamos…
Con calma y cautela. Pero también en esto… ¿Por qué no?


Vuelvo a entrar a esta entrada.
Definitivamente, es demasiada palabra para la situación. Después de varios encuentros y en diferentes ámbitos, me di cuenta que ni por casualidad, es lo que busco.
Sé que lo que pretendo es mucho (en realidad, yo creo que no, pero lo que viene sucediendo me dice que es casi un imposible), pero si algo sé que no haré jamás, será conformarme.
Y con P. si bien algunas expectativas funcionaron, las más dejaron de hacerlo por lo que decido no continuar con este… conocimiento.
Complitud.
Lo que eso signifique, eso es lo que ansío.
Estuvo bueno probar. Estuvo muy bien sentirme deseada. Estuvo muy bien abrir la puerta.
Pero ahora decido cerrarla a la espera de que llegue quien se quede.
Algo más que una visita se busca.

¡El universo conspira!

Junio, 2
Dice el refrán: “cuidado con lo que deseas”.
También murmuran que cuando uno desea algo de corazón todo el universo conspira para que se pueda realizar.
Por una vez en la vida, una importante vez en la vida, compruebo que es así y estoy feliz.
Hace unos días recibí un llamado.
Una citación.
Inesperada.
Soñada pero como lejana.
Deseada con todo el corazón desde tiempos inmemoriales.
La voz del otro lado fue clara: Audición en el San Martín para un personaje puntual de una obra puntual.
¡Maravilloso!
¡Increíble!
No cabía dentro de mí misma y los gritos y los saltos fueron cuenta de ese querer salir de mí para agradecerle al mundo.
Llamados a personas que sé fehacientemente que tirarán buena onda y con quienes deseaba inmensamente compartir esa felicidad.
Buena fortuna.
Mi año, como me dijo M.
Corrí a buscar el texto que tengo que memorizar y con el cual voy a audicionar.
Personaje de Margarita en “Mucho ruido, pocas nueces” de Shakespeare.
Sé que va a ser mío.
Estoy totalmente dispuesta a que vuelva a cambiar mi vida, mi ritmo, mi trajín, mis decisiones… y no me importa nada, por ese sueño TODO.
Dije que renunciaré a mis trabajos de ahora si no puedo coincidir. Después limpiaré baños si no pasa nada más, pero por nada del mundo me pierdo esta posibilidad.
Sé que voy a conseguirlo.
Ya la felicidad es inmensa al saberme convocada, pero ahora LO QUIERO.
No quiero quedarme a mitad de camino, es mi casi única posibilidad, no creo que haya otra. Debo tomarla, debo conseguirlo, debo obtenerlo, debo BRILLAR.
Miedo también hay, claro.
Pero tengo una sensación interna que me dice que puedo. PUEDO.
¿Por qué no?
Faltan cuatro días. Eternos y a la vez, nada.
Quiero más pasadas de texto en el Talía con I. viendo y tirándome ideas.
Me sentí apoyada, más allá que se pregunta si se quedó nuevamente sin actriz para su puesta.
Quiero hacer todo, quiero legitimarme como actriz y para mí hay una única y valedera manera: actuando.
Y en el San Martín es el sueño.
Voy por él a conseguirlo.

Era viejo, nomás

Mayo, 26
Algunos piensan que este arranque mío mercedino es sólo eso, un arranque.
Muchos no saben de mis deseos internos y mi conexión con este lugar.

En algún momento de mi vida, cuando era adolescente e incluso joven, escribía poesía.
Creo que fue contado con el dedo (o sea E.) quien alguna vez tuvo acceso a estos escritos.
Y creo que ya que desnudo mi alma contando mis cuitas, no será para mí terrible transcribir un poema de aquellos.
Entonces… uno que escribí el 6 de noviembre de 1998 y que se llama “Pueblo alma” (y que por supuesto, habla de Mercedes)

Viajo en el tren de las seis y cuarto
A reencontrarme con lo que soy
El día despunta, brillante el trigo
Campos de lino que buscan sol
Me van llorando tu verso viejo
Quema el recuerdo mi corazón

Y huele a azahares tu plaza del centro
Despierta olvidos tu catedral
Levanta polvo tu cementerio
De almas queridas que ya no están

Cruzo con años tus vías muertas
Perros sin dueño en la estación
Dulzor templado sobre tus calles
Que fui yo misma jugando al sol

Recorro el río que traga audaces
Casas vencidas, silencio y paz
El bar Respuela, los paraísos
Toda mi infancia me ve pasar
Cárcel que guarda sueños malevos
Que siempre fueron y aún serán

Pueblo tan mío, de mi crianza
Cómo alejarme, nunca me fui
Tu sangre lleva mis cuatro abuelos
Mis carnavales, niña feliz
Y todo un tiempo de cuentos de hadas
Que si lo busco, aún sigue aquí.

Dos caras de una misma moneda

Mayo, 27
Llegué de lo más entusiasmada a lo que a teatro se refiere.
Algunos con los que había hablado, me habían dicho que me iba a ir bien, que acá faltaban muchas cosas para hacer, que no había quién las haga…
Entonces empecé presentando tres proyectos de talleres en la municipalidad… y en mi encuentro posterior con el señor secretario de cultura fue que no había presupuesto y que ya se hacía lo que yo estaba planteando.
Vi cerrada como la puerta más grande, o la principal (hasta donde yo creía).
Y me desilusioné.
Entonces me imaginé viajando eternamente a Buenos Aires porque acá no iba a poder conseguir nada de trabajo y el panorama no me gustó para nada. Si bien hay trabajos allá que no quiero dejar porque me interesan en particular, mi idea es establecerme por completo y eso implica también la base laboral.
Por supuesto el panorama actoral también me lo pintó como cargadísimo de gente. Me sorprendió, claro, pero si lo dice el secretario de cultura…
Entonces sentada en casa un día de estos, empecé a considerar la posibilidad de armar ese tan mentado monólogo al que nunca termino de darle forma como para accionar por mis propios medios un espacio en el ambiente.
Pero hace unos días también consideré la posibilidad de entrenar. Bueno, ya que había tantos actores, debía haber algún grupo de entrenamiento o por lo menos de avanzados en el que pudiera incluirme para poner un poco el cuerpo.
Me fui al teatro Talía (el San Martín de Mercedes, como me dijo después E.).
Cerrado.
Miércoles. Debí suponerlo. No estamos en Buenos Aires.
Vuelta a casa con mi bicicleta pero con la idea firme de empezar a accionar.
Contra todo pronóstico, el jueves por la tarde noche decidí volver a ir.
Jueves sí había gente, claro.
Y entonces sucedió el sueño del actor: entré al teatro para preguntar por un grupo y me terminaron ofreciendo un personaje en una obra que estrena en julio.
Acepté, de más está decirlo.
Dos personajes, uno soy yo.
No está mal para empezar.
Y charlando me cuentan los fundadores del teatro (que me vengo a enterar que tenemos un vago parentesco) que hay muchísimo para hacer, que no hay quien escriba, por ejemplo, que hay muchos proyectos, que falta mucha gente y bla bla.
Qué lejos está este señor de cultura de la realidad teatral de su ciudad, me dije.
Así que me volví a casa con un texto para empezar a trabajar, una próxima cita para ya empezar a ensayar, una charla citada también para contarme de más proyectos y cosas por hacer… otra realidad, en definitiva.
Volví sonriente, contenta, feliz.
Ahora sí, vuelvo a decir que estoy en el lugar correcto y sé que en esta MI ciudad me van a pasar cosas importantes.
¡Voy a por ellas!

Todo mío... hasta la mugre

Mayo, 20
Siempre me gustaron las antigüedades, las cosas viejas, las casas viejas…
Es la primera vez que estreno.
Y es rara la sensación.
Una casa nueva implica un montón de otras cosas que en una casa “común” no pasan.
Y me encuentro con desperfectos que tienen que ver con la construcción y que yo soy la que me doy cuenta (y las padezco) porque nadie antes habitó la casa.
Y tampoco nadie usó la cocina.
Y nadie se bañó en la ducha.
Y nadie prendió las luces.
Y nadie barrió el patio.
Y nadie sacó los cardos.
Y nadie tuvo perros.
Y nadie amó.
Y nadie extrañó.
Y nadie esperó.
Y nadie soñó.
Y nadie decoró.

Y tampoco nadie ensució.
Es una sensación diferente saber que cuanta mugre que limpie es mía.
Una se anima más con la mugre propia.
Y entonces enjuagar un trapo de piso (que siempre me pareció un asco) me lo sigue pareciendo pero sé que cuanta mugre toquen mis manos, es sólo mía.
Y entonces no parece tan asqueroso.

El tío Roberto

Mayo, 18
Nunca creí que le podría dedicar una entrada de mi blog a él.
Hermano menor de mi padre, siempre fue el personaje al que “era mejor no acercarse demasiado”, sobre todo en la etapa en que yo era una niña. Y precisamente porque era una niña, nunca se me dijo el por qué de tal determinación, situación que perduró en el tiempo como una de esas cosas de las que mejor no se habla.
Pasó su vida dedicado a cuidar la salud quebradiza de mi abuela paterna y también a convertirse en uno de los personajes más notorios de Mercedes.
Vendía rifas en una bicicleta que llamaba mucho la atención pintada con los colores del club Mercedes, montaba su espectáculo haciendo jueguito con una pelota de fútbol en medio de la plaza y en su cabeza una pila interminable de sombreros, pintó el frente de su casa con los nombres de todos los jugadores del club… y se hizo querer por una ciudad que al momento de su muerte, le rindió más de un homenaje.
Y nosotros lejos.
Lo veíamos dos o tres veces al año.
Pasaba Navidad en casa pero después eran meses de lejanía emocional.
Recuerdo que cuando era niña lo veía con la cabeza teñida de un naranja furioso (cuando la coloración en crema todavía no había visto la luz) y no faltaba quién decía que se lo hacía con agua de zanja.
Hay un video suyo subido a la net haciéndole una “pared” a un colectivo que pasa por la calle.
Y resulta que ahora que yo vivo acá, mi apellido hace referencia directa a su nombre (mi viejo se fue a Buenos Aires en cuanto tuvo la mayoría de edad) y extrañamente, me abre puertas.
Y me fía quien nunca me vio porque soy la sobrina de Lorusso. Y me hacen precio en la compra de la bicicleta porque es el mismo bicicletero que le solucionaba todos los inconvenientes a él. Y no hay quien en cuanto sabe mi apellido me cuenta una anécdota memorable que tiene que ver con su persona.
Debe haber habido algo muy grande que nosotros por prejuicio, pre concepto o solamente porque sí no supimos ver en él.
Tal vez es ahora el tiempo en que me reconcilie con su imagen y empiece a aceptarlo como familia.
No sólo a Van Gogh lo reconocieron después de muerto.
Hay algo de eso con algunos grandes.
Seguramente mi tío Roberto también lo haya sido.
He aquí mi homenaje.

Etapa Mercedes


Etapa cero o el empaque - Mayo, 3

A veces uno imagina con quién puede contar en esos momentos y otras veces no.
Pero hay algunos que son los pilares fortísimos de siempre.
Mi mamá (y acá no pongo inicial, se merece que la nombre), que más allá de cualquier cosa, hace lo imposible, pero lo imposible de veras para estar cuando yo necesito lo que sea.
Me apoya, me acompaña, me ayuda, me inspira… me critica mucho también, peleamos también pero así se construye el vínculo maravilloso.
Con su amiga de caminos D., entre las dos hicieron el trabajo más duro, firmes las dos y queriéndolo de corazón.
Mi infaltable amigo G., que con sus mates acompañó la tarea (algunos hombres no son muy hábiles para este tipo de cuestiones). Pero siempre ahí, acompañando como sea.
La voluntariosa M., que además de comprarme varias cosas en la feria que improvisé con las cosas que no iba a traer, me organizó la ropa de manera increíble, se podría dedicar sin duda a esta metié porque resuelve con una rapidez y una calidad que son admirables.
Y la pequeña B., que con su compañero de amor también se llevaron algunas cosas de casa para armar la suya nueva.
Y S., siempre S. con su tiempo acotado por ella misma, pero infaltable. Y siempre con ricas galletitas.
Viernes noche pasaron también F. con su novio y mi reencontrado D., pasamos un momento de mucha risa, para despedir la casa con vino y alegría.
Era importante para mí hacerlo de ese modo. Me daba mucha felicidad emprender esa partida.
Hubo también algunas ausencias notorias, por decirlo de algún modo, o esas que uno no imagina y que a partir de estas situaciones se mira diferente algunos vínculos. Por lo menos yo lo hago.
G., que siempre estaba en casa cuando necesitaba algo y estando tan cerca que asusta, no tuvo ni un mínimo de tiempo para despedirse de mí. Y no me vengan con que no podía con la despedida porque no lo creo bajo ningún aspecto.
Después se soluciona la ausencia con mensaje de texto, una modalidad que no termino de admitir y que por supuesto no respondo, porque no lo siento.
M., que también suele no estar cuando yo quisiera, por supuesto tampoco estuvo.
A ella sí le respondí el mensaje que también mandó simplemente… porque sí, tampoco es por algo en particular. No es una amiga que extrañe cuando no está cerca porque como dije, suele no estar, pero no sé… para algunas cosas estuvo presente y rescato eso para seguir el contacto.
Y como esas gratas sorpresas de la vida, imposible no anotar la enorme colaboración de M., amiga de la infancia con quien, pese a los años que no tuvimos contacto, retomamos el vínculo casi sin resquebrajamientos. Ella y su pareja, estuvieron el sábado conmigo para ser los primeros en pisar el suelo de mi nueva casa, no sólo a ayudarme a traer mis plantas (que pese a todos los recaudos no lograron sobrevivir más que dos) sino también para darme una mano, inmensa mano con la limpieza de mi casa nueva, para que todo esté impecable para el día de la mudanza. Obviamente amenizamos con mate, salame y queso casero y golosísimos churros con chocolate en la ruta viniendo.
Y para el lunes por la mañana la casa estaba completamente desnuda. De muebles, de presencias y de recuerdos. Tenía todas mis expectativas en esta casa, en esta nueva casa en la que sabía de antemano que me iba a sentir tan a gusto.



Etapa uno o el desembarque - Mayo, 4

Y llegar fue tan conmovedor…
Porque fue saberme en un cambio de vida casi radical diría.
La lejanía del centro, la calle de tierra, la ausencia de internet, cable, colectivos…
Todo modificó mi realidad.
¡Y desde el primer momento me sentí tan en casa!...
Con el TL. Siempre acompañando y resolviendo. Creo que a él también le cambié un poco la vida.
Desde que llegué tiene muchísimas cosas por hacer. Me acompaña, cena conmigo todas las noches, me resuelve, me compra, me lleva, me busca… y pone el lomo como nadie.
De a poco se fue armando la casa. Decidiendo otra vez donde iba qué.
Y con el correr de los días la casa tomaba color y forma.


Etapa dos o Bienvenida - Mayo, 5

Tengo nueva perra.
A fuerza de insistir, a fuerza de que la echaba y volvía, a fuerza de mover la cola y comprar, se quedó.
Ahora es una guardiana extrema. Defiende lo que es suyo, lo que la rescató de la calle.
Igual, vuelve a la calle. Igual, acá todos los perros son de la calle. Hasta los de las casas. Son como las pandillas del barrio. E Igor también lo sintió así y dejó de ser el perro de la cama para convertirse cada día un poquito más en un PERRO. Ahora juega con Bienvenida (así se llama mi perra) y corre y se divierte y hasta excediendo mi credibilidad, come alimento balanceado. Se contagian las mañas. Ellos también re aprenden.


Etapa tres o la vida al aire libre - Mayo, 10

Mis ratos de descanso entre acomodar una cosa y limpiar otra, los paso sentada en mi sillón de mimbre al sol en la puerta de casa viendo la inmensidad del campo que tengo delante.
¡Y me da tanto placer!...
También ando en bicicleta, que será mi medio de transporte de acá en más.
Calle de tierra, golpeteos de sillín, el aire en la cara, el sol pegando de refilón y la sensación de plenitud.
A veces quiero que ésta sea mi vida para siempre. Me cuesta volver a Buenos Aires. Bueno, a Capital, pero acá a la capital se la llama sencillamente Buenos Aires. Como lejanía, como viaje a encarar, como no cotidiano.
Y dentro de este mundillo casi rural… Chiquita.
La segunda perra agregada.
Y acá cierro las posibilidades de adopción.
Me conmovió.
Tenía cuando llegó, una mirada tan triste que me costaba mirarla.
Ojos abatidos, como cansados de la vida y tan chiquita…
Y como donde comen dos comen tres…
También hay veterinarios que si saben que son de la calle te dan una mano, no resultó difícil la decisión.
Ella es más cariñosa, como más agradecida.
Y también guardiana. A su medida pequeña. Pero dejémosla que crezca un poco y que adquiera las calorías suficientes. Ya empieza a jugar un poco más que antes y también insiste mucho en entrar a casa. Tienen una cucha grande para las dos. Esa es su casa en mi casa.
Y la sensación es que ahora tengo una vida.
Ahora pareciera que en Capital viví apurada, con la vida que podía tener más allá de si era la que quería tener o no.
Ahora me siento mucho más feliz.
Mucho más completa.
Mucho más en mi lugar.
Se van a extrañar por supuesto la frecuencia de algunas caras. Pero también sé que las que más me importan estarán habitando también este espacio con visitas y existe siempre la posibilidad de los nuevos encuentros, que acá pareciera que son más posibles ya que más íntimos.
Son días felices.
Me gusta poder registrarlos.


Etapa cuatro o Lágrimas en la ruta - Mayo, 15

Se suceden a veces esos días en que el corazón se revela y una no sabe cuál es la verdadera causa de esa manifestación.
Ayer por la tarde comencé el taller para hemofílicos. Satisfacción enorme (ya hablaré de mi relación actual con la docencia), días de esos de lluvia como a mí me gustan (mi primera lluvia intensa en mi casa nueva)… nada hacía prever las lágrimas que después se suscitaron.
Ya la ida había sido más complicada de lo que hubiera querido y terminé tomando un taxi en Once para no llegar tarde. Empecé a padecer los desaciertos del Sarmiento.
A la vuelta entonces, estaba con suficiente tiempo para llegar a tomar el tren en Moreno que me traería de regreso a casa.
Una desinteligencia en la información, que este tren sale primero, que no, que el otro… terminé corriendo el que creía que llegaría sin problemas… pero que no llegó.
Y entonces me encontré sola en Moreno, con la lluvia, el viento, el frío, nadie, absolutamente nadie que tuviera una respuesta clara y concreta de mi tren, pero lo que realmente era seguro, era que ya se había ido y yo no lo había alcanzado.
Corro entonces a la supuesta parada del 57 (que en realidad nunca encontré), se me va delante de mis narices el que venía a Mercedes, y entonces en un semáforo y ya casi desesperada, me subo como llevada por demonios al que iba a Luján. Allí podrían ir a buscarme.
La impotencia, la bronca, el que nadie sepa nada y por supuesto el que nadie se haga cargo de nada, hicieron que sin poder controlarlas, saltaran a borbotones las lágrimas de mis ojos.

De todas formas, de alguna manera luego con el correr de la ruta me fui calmando, pero las horas pasaban y yo tenía un solo deseo intenso: ESTAR EN MI CASA.
Me da impotencia el tiempo que se pierde en viaje, no resisto esa sensación de estar en una parada de colectivo de noche (siempre es de noche este sentimiento), con el tiempo que pasa y el bondi que no llega.

Y como la odisea debía ser larga y la ansiedad debía acumularse un poco más (tendré que aprender sobre esto todavía pareciera), TL. llegó a buscarme a Luján y exactamente en el peaje de Olivera, ahí nomás en la nariz del muchacho que nos daba el ticket, el auto dijo “no quiero más” y ahí se quedó hasta que no sé qué hizo que vuelva a arrancar.
Vuelta larga, vuelta interminable.
Vuelta que aumenta mis ganas de ya tener mis trabajos más establecidos acá para no pasar por esto.
Veo por la ventana el campo.
Hoy también hace frío pero hay sol.
Voy a salir en la bici.
Ahora mis compras son en bici.
Como antes.
Como cuando pertenecía acá.

miércoles, 22 de abril de 2009

Desde mi umbral se ve campo


La mejor definición para nombrar la casa que conseguí.
Y que era exactamente lo que buscaba.
Cuando hablaba de cambio de vida, de esta movilización que lleva a un replanteo de cómo elegí vivir y como seguir haciéndolo de acá en más, era esto a lo que me refería.
Me adapté perfectamente a la gran ciudad mientras viví en ella. Y la disfruté y la gocé.
Pero ahora en la profundidad de mi corazón estaba deseando otra cosa.
Y era precisamente lo que encontré lo que estaba buscando.
Porque no dejo de estar cerca (aunque esté lejos) de lo que consideramos el centro mercedino. Pero también tengo mi espacio para una futura huerta, para muchas plantas, para recuperar ese contacto con lo tan esencial, lo tan básico, lo que me llevó a ser quien soy.
Porque desde el umbral de mi puerta se ve la nada. También algunas casas, pero prefiero mirar para el lado de la nada, del campo total, de la inmensidad, del caballo pastando, de la calle de tierra, de lo antaño...
Quedan pocos días de Buenos Aires y muchísimo para organizar.
Pero tengo una ansiedad que no sé con qué calmarla. Quiero YA estar allá.
Quiero estar esta noche, en aquella casa. En esa soledad concurrida por mis cosas, Igor y yo misma adaptándome al lugar.
Quiero oír llegar los recuerdos, las emociones profundas, los deseos que aparecerán con la noche y que la misma noche dejará entrar.
Quiero oirme en mi versión más auténtica.
Después... después veré qué hago con lo que me digo.

La profundidad del silencio

Pareciera que esta mudanza trae movilizaciones.
No sólo para mí que soy la principal afectada.
Con E. nos estábamos mandando mensajes. De esos que no dicen nada pero que velan deseos. Y pareciera que la proximidad de la distancia avivara los sentimientos ocultos. Para él y para mí también.
Nos encontramos hoy.

Queríamos perdernos en alguna habitación oculta de esta tan grande Buenos Aires. Como hace años no sucedía. Pero que sucedió. Y como hace años no sucedía, hablaron los cuerpos sin necesidad de las palabras. Y volví a sentirme feliz. Inmensamente feliz.
Complitud.

Ensamble.
Ritmo acompasado.
Entendimiento.
Amor.
Mi cabeza no paraba. De repente estaba colmada de imágenes de momentos que hasta ese momento no recordaba. Y abría los ojos para volver al presente. Y ahí estaba él. Y si cerraba nuevamente los ojos, me sentía volar. Me sentía querida. Me sentía colmada. Y pensaba que nada más era suficiente. Y dudaba si era amor. Si habría vuelto, si le había dado nuevamente lugar, si lo había dejado asomarse para esa despedida.
No sé si se puede recuperar algo que se daba completamente por perdido. No sé si una no acomoda su corazón a medida de su conveniencia para que la realidad sea menos dolorosa y se pueda seguir adelante. Los amores contrariados no son la mejor opción. Y si bien alguna vez lo consideré romántico, la sola idea de estar eternamente esperando lo que nunca llega, me asusta por destructivo.
Pero no sé… con E. todo es muy diferente.

Hoy mientras estábamos juntos sentía que volvía a ser EL hombre. Más allá de que no estemos juntos por más de mil razones y a sabiendas de que es lo más sano y la mejor opción, lo miraba a los ojos y sabía que lo amaba. Que profundamente lo amaba. Y volví a hacer el amor con él y volví a llorar después.
De completa, de feliz, de emocionada.
Tal vez el amor por él en mí haya trascendido la instancia del querer, del poseer, del demandar, del celar y se haya instalado en un lugar profundo de mi corazón en el que quedará eternamente a salvo de todas las nimiedades mundanas que destruyen hasta lo indestructible. Y me siento feliz por descubrirme capaz de eso.
Por el amor de E.

Por la ida a Mercedes que lo devuelve al presente.

lunes, 13 de abril de 2009

Recorrida mercedina


Ahora ir a Mercedes se vuelve cotidiano.
Que para ver los listados de las escuelas, que para determinar algunas otras propuestas laborales, que para buscar casa...
Stop.
Punto y aparte para este acontecimiento.
No es casual que si bien la oferta de propiedades en alquiler es generosa, a mí se me vuelva complicado encontrar una que me guste.
Mercedes siempre fue especial para mí y siempre supe también en mi fantasía, en qué tipo de casa me gustaría vivir.
En Capital encontrar departamento me resultó muchísimo más fácil, pero allá... allá es la concreción de un sueño y la casa tiene que ser LA CASA.
No quisiera renunciar al fondo con posibilidad de muchas plantas e incluso árboles frutales, a la parra en patio de ladrillo, el estilo antiguo de puertas grandes, los pisos de madera, la galería, la habitación extra para que los "de acá" puedan ir a quedarse...
Cuesta acercar la realidad a esa fantasía, pero es Mercedes, el lugar mágico, de los sueños cumplidos... entonces éste también tiene que concretarse.
Y busco, y busco, y busco...
Dicen por ahí que hay que concentrar el deseo para que ocurra.
Yo tengo una en vista que puede acercarse bastante.
Y la pienso.
La pienso con mis muebles, con mis cosas, me visualizo en su fondo con parra y mesa de jardín tomando mate con algún que otro amigo, durmiendo en esa habitación con ventana que da a la 43, abriendo esa puerta grande...
Debería suceder también que su dueño se decida a alquilarla. A alquilármela.
También es verdad que siempre, desde antaño, me costó pedir.
Lo que sea, pero me costó siempre pedir.
Como si no me lo mereciera. Como si no creyera que me lo pueden conceder.
Pero con esta casa sé que será diferente. La voy a pedir. Que si no la consigo, que no sea porque no hice todo lo necesario para obtenerla.
Pero hay algo más… fluctúo a menudo entre el deseo de una relación y la decisión de que no es lo mejor para mí, que estoy bien así, con mi vida como la construí.
Pero con este cambio, esta mudanza… me volvieron a nacer las ganas de que este proyecto sea compartido. Desear que este cambio sea de a dos, volvió a estar presente entre mis oraciones. Que haya quien pueda transitarlo conmigo, o por lo menos, acompañarme en todo lo que me queda por resolver.
Claro que no hay nadie cerca. O sí pero no. E. siempre está cerca. Lo estoy pensando a menudo. Tal vez también porque más allá de que él se resista, el lugar al que me voy nos convoca. Es como ir hacia un lugar donde él va a estar presente aunque quede en Buenos Aires. Es retroceder a mis momentos felices, pero también a su infancia transitada. Y entonces pensar en él como opción es lo más a mano, aunque no lo más correcto.
Cuando alguna vez hablábamos de envejecer juntos, era Mercedes el lugar que convocaba mi memoria como elección para esa vejez. Esa vejez con él. Después las cosas cambiaron mucho y ya la cercanía entre nosotros dejó de ser una realidad, pero en mis más íntimos deseos…
Como si fueran mis dos sueños profundos.
Claro que ahora sé que uno es mucho más factible que el otro y también menos peligroso. Aunque el otro me gusta tanto…

jueves, 9 de abril de 2009

Mercedes... principio y... ¿fin?

La urgencia de la mudanza, inesperada, impensada, imprevisible, voraz, invasiva, me llevó a pensar, a repensar la actualidad de mi vida.
Buenos Aires fue mi elección cuando sentí que era momento de crecer como actriz, de formarme, de entrenarme, de ver, de incorporar...
Disfrutaba de la ciudad, de su vorágine, de sus miles de opciones y entré también en su sintonía y en su ritmo vertiginoso.
Y la amé.
Y me encantaba salir a bailar (a mis veintitantos) a las dos de la madrugada y volver después de desayunar, por supuesto.
Y a mis treinta la opción era cine o teatro y luego cena o café, o cantar con amigos en el bar de Roberto y amanecer allí y salir justo a tiempo para pasar por casa, bañarme y sin más, tomar el colectivo rumbo al trabajo.
Pero a mis cuarenta, la realidad empezó a cambiar.
Mutó también con la realidad económica, no sólo con el paso del tiempo. Trabajaba en lo que me gustaba, pero el dinero era una complicación. Entonces mermaron indiscutidamente las salidas y otras se convirtieron en más hogareñas. Entonces el plan eran cenas en casa con amigos, jornadas de juegos de mesa con vino incluído, ver películas alternativamente en dvd o computadora, mateadas...
Mi casa comenzó a tirarme hacia adentro y si bien la caminata por Corrientes de noche a recorrer librerías me seguía pareciendo un plan atractivo, elegía la soledad de mi casa con mi música, mi perro, mis velas o luces bajas y una rica comida casera.
El verano pasado, algo comenzó a asomarse a mi soledad.
Recuperé las tardes de siesta (de las que hasta ahora me hice adicta) y el silencio del calor veraniego me recordó esas mismas tardes pasadas en Mercedes cuando chica y adolescente.
Empecé a imaginar esta misma casa, mi casa, emplazada en la inmensidad del campo. Y jugaba a imaginar qué se vería desde la ventana de mi habitación, a dónde saldría la puerta de entrada, qué árboles rodearían mi cocina... y un inmenso deseo de transpolación empezó a asomar.
Pero el cambio lo imaginaba para mis 50, cuando ya hubiera hecho acá todo lo que quería hacer (también pensaba en qué era lo que faltaba hacer).
Y de repente, la urgencia de la mudanza.
La desazón.
El abismo.
Pero internamente, algo me decía que así como todas mis anteriores mudanzas fueron para algo mejor, ésta también lo sería. Y odiaba mi positivismo porque no veía dónde podía estar lo bueno.
Hasta que apareció la posibilidad Mercedes.
Y ahí todo cobró sentido.
Mercedes emocionalmente significa para mí lo más verdadero, los afectos más sinceros, la época más feliz de mi vida.
Nunca estuvieron ausente de mi memoria sensorial las tardes de verano esperando al heladero donde se escuchaba solamente el pesado silencio; la tierra caliente debajo de los pies en las calles de tierra más allá de la 45; la suavidad del colchón de violetas en el fonde la casa de los abuelos, el paraíso, la parra y el olor a las uvas maduras; el mate en la puerta de calle con la silla petisa azul; los paseos en bicicleta; el aire en la mano sacada por la ventanilla del tren cuando estábamos por llegar...
Sé que algo de todo eso es recuperable.
Una de estas veces en que fui para organizar mi tema laboral, tenía que esperar a que pasara mi tío a buscarme. Y no lo dudé. Y como si el tiempo hubiese vuelto vertiginosamente atrás y me llevara sin pensarlo a aquella lejana realidad, me encontré sentada en una hamaca de la placita del hospital hamacándome y sientiéndome inmensamente feliz.
Y creo que ahí vi claramente cuál era la mejor opción para mí en esta realidad.
Mercedes es el punto de partida en mi vida.
No digo que esté cerrando ciclos (siempre dije que viviría hasta los 106) pero es un buen momento para volver a las fuentes y desarrollar todo lo que me dio Buenos Aires en la ciudad que sigue siendo pueblo para mí.
Inicio de una nueva historia.
De todas formas, conservaré algunos personajes.

martes, 24 de marzo de 2009

Esto también pasará

Por lo general, si miro mi vida en retrospectiva, los cambios, las decisiones inesperadas, los caos, las crisis... me han llevado a lugares productivos.
Gesté mi obra en medio de la internación de mi viejo, cuando no sabíamos qué iba a ser de él; me mudé a Franklin sin trabajo, con una intimación para dejar el departamento en pocos días y en medio de uno de los primeros cortes con E.; salí de Asatej sintiéndome mala persona y cuando no pasaba un sólo día en el que no volviera a casa y llorara de desazón...
Pero ahora estoy en medio de un caos externo y no tengo la misma sensación de que las cosas van a estar en orden. Debe ser porque las opciones son muchas y de las más variadas.
Se sumaron una conjunción de cosas que dan como resultado mi incertidumbre actual.
El trabajo viene complicado. Tengo, pero no cobro, entonces la sensación es de desocupación aunque en realidad no sea así.
Trato de conseguir más horas de docencia y los cambios que propone este gobierno para el sistema (el ya perverso sistema educativo que maneja el Gobierno de la Ciudad, gracias Macri!), complican cada vez más el acceso a posibles horas extras de trabajo.
Aunque en realidad, después de haber ido al acto público y no haber conseguido nada, me preguntaba para qué esperaba conseguir algo que sé que hasta dentro de más de siete meses no voy a cobrar. No sé a quién puede servirle trabajar de esta forma. Y desde la dirección de educación la respuesta es tener paciencia, tomar la situación como un ahorro. No, no lo dicen como chiste. Así funciona el estado. Esa es la normalidad.
Y como si con esto no alcanzara, en enero me dice L. que quiere vender mi departamento, o sea, su departamento.
Y la mudanza disparó una serie de interrogantes y opciones que hasta hace un par de meses ni siquiera consideraba de manera razonable.
Pero más allá del lugar donde me vaya a mudar (que se me hace complicadisímo con el sueldo que tengo sin considerar que no lo cobro), más allá de eso, están las emociones internas que generó esta decisión. Más que la decisión en sí, la forma en como L. está manejando las cosas.
Siento que me invade, que no me respeta, que nunca asumió que si bien es su casa, al estar yo pagándole un alquiler su misma casa se convierte en MI casa.
Quiere darle un juego de llaves a quien va a ocuparse de vender su casa para que pueda entrar cuando yo no estoy.
En MI casa, en MI intimidad, en MIS cosas.
Como si yo no tuviera derecho a ese mínimo respeto.
El hecho de que él asuma que es una persona de confianza, no significa que yo acepte que venga a MI casa cuando yo no estoy.
Y de verdad en lo único que puedo pensar es en la falta de respeto.
Decíase amigo.
Claro que la palabra amigo, hoy día...
No puedo unir en la misma frase la palabra amigo y la frase "no respeto por la intimidad".
Me desiluciono mucho últimamente de la gente, de los cercanos.
O los que creo cercanos.
Es verdad que por una cuestión de afecto, de admiración, de respeto, de sobrevaloración siempre estuve disponible para L., que nunca le negué nada y corrí a resolverle cuanto pude.
Pero ahora no me puedo dejar invadir de esta manera. No registra mi espacio y eso además de molestarme mucho y de enojarme, me duele.
Mañana voy a ir a su casa.
Voy a sacar palabras de lo más profundo de mi corazón para poder negarle, para exigirle respeto.
Entiendo su apuro por resolver.
Pero no comparto sus procedimientos.

NO.
NO.
NO.
NO.
NO.
Una y mil veces quiero decirle NO.
NO estoy disponible siempre.
NO puede invadirme.
NO es su casa.
NO puede ignorar mi espacio.
NO puede NO respetarme.
Ojalá no se resienta la relación........................................ (¿Cuál relación?)
Todo tiene fin.
Este de esta casa fue precipitado y sin esperarlo.
Siento desasosiego.
Y la idea de Mercedes que cada vez se hace más fuerte.
Como si en aquel lugar estuvieran las respuestas a todas mis preguntas.
Como si aquel fuera mi lugar.

Una vez leí que el dinero llega cuando uno está en el lugar correcto.
Hace mucho tiempo que estoy mal parada, mal ubicada entonces.
Será hora de probar otras posibilidades.
¿Será hora de probar otras posibilidades?

No me ata un amor.
No me ata un buen trabajo.
No me ata una casa propia.
No me ata una ciudad que me enamora.
No me ata una vida social activísima.

¿Y si todo eso está para mí a 100 km. de distancia?
Pasado mañana empezaré a responder algunas preguntas.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Amor entre las piernas

O sexo con el corazón.
Porque más allá de los años de idas y vueltas, algo de eso hay.
Con E. fuimos amantes durante más de diez años.
Y aunque a él no le gustaba esa palabra (y hemos llegado a tener largas discusiones al respecto), era lo que éramos.
Pero también era cierto que había mucho amor de por medio.
Sabemos que las características del amor pueden ser de las más variadas y a veces en mayor o menos grado, nunca dudé de que lo había entre nosotros.
Hubo tiempos en que el amor iba de la mano del sexo, otros en que el sexo primaba al amor y otras en que el amor se sostenía pero el sexo no aparecía.
Cancelamos nuestra historia hace muchísimo tiempo. Años.
Nos desafectamos emocionalmente y sexualmente después.
En la actualidad, no había ni una cosa ni la otra.
Nos veíamos a veces (podían pasar períodos de ausencia tan largos como las barbas imaginarias de Dios), charlábamos con más o menos profundidad (siempre algo de nuestra intimidad, la de cada uno, la personal) queda velada, muchas cosas del otro no las conocemos y tácitamente asumimos que así sería y está bien (bueno, tuve períodos en que para mí no estaba bien), podíamos compartir unos mates o un café por ahí pero no pasaba de eso.
A fines del año pasado y sin pensarlo, se armó una cena que podía ser tildada de romántica. Con velas, vino tinto, sahumerio, besos suaves... Besos suaves que fueron el primer contacto después de mucho tiempo de distancia corporal pero que creo en ese momento, los dos lo vivimos como algo normal entre nuestros cuerpos.
A partir de ese momento, un nubarrón de deseo empezó a rondar.
Su cabeza, mi cabeza, su cuerpo, mi cuerpo...
La tormenta se acercaba con el correr del tiempo y estaba próxima la lluvia.
Y llovió.
Después de más de tres años, volvió a llover.
A cántaros, como diluvio.
Una lluvia mansa pero fuerte. Que deja respirar pero sin ahogar.
Refrescante.
De verano.
En algún lugar sentí que los cuerpos nunca dejaron de estar conectados, que siguieron afinados a pesar de los años.
Vibraban juntos, acompasados.
Música.
Fue lluvia y música.
El campo quedó de nuevo solitario.
Con la calma de la siesta de verano, el olor a los duraznos y el colchón de violetas bajo los pies.
Lindo recuerdo.
Eso.
Recuerdo.


viernes, 6 de marzo de 2009

Platino y vestido azul

Junin (la calle Junín) es siempre un referente de encuentros sorpresivos, casi increíbles.
Una vez fue C., que mediante una pequeña conversación nocturna resultó ser primo hermano de mi prima hermana (¿eso nos convierte en primos?)
Y ahora fue otro C., brasilero él, con el que también se inició el encuentro mediante una conversación nocturna. Pero él no resultó primo.
Con un comentario al pasar que soltó cuando pasaba caminando al lado mío pero en dirección contraria, hizo que me de vuelta a mirarlo. Era guapo. Musculoso. El típico brasilero de los sueños femeninos. Alabó mi vestido azul después.
(Tengo que convencerme que evidentemente tiene "algo" mi vestido azul).
Me acompañó un par de cuadras en la dirección en la que yo iba y sin casi pensarlo yo, calculo que sí él, me tomó del brazo y me llevó a la entrada de un edificio donde me dio un beso impresionante. (Y algunos más también).
En brazos del brasilero de los sueños.
La verdad es que no voy por la vida respondiendo besónicamente a cualquier ser humano que cruzo, pero no sé, algo en ese momento pasó.
Vino a ser como un antídoto para el pequeño veneno que S. había sembrado en mi alma.
Después de un rechazo, un hechizo. No estaba mal para apalear el mal trago.
De todas formas, cuando me pidió mi teléfono para vernos mañana, no me animé a más.
El saber que todas las opiniones no son "la opinión" me alcanzó.
A S. no le gusto pero a otros sí.
Y eso basta.
Por lo menos por ahora.


miércoles, 4 de marzo de 2009

Qué lástima

Qué lástima
que sea sólo ésto
que quede así
no sirva más
esté acabado
venga a parar en ésto.
Qué lástima que no
pudiéramos
sirviéramos
que no sepamos ya
que ya no demos más
que estemos ya tan secos.

Qué lástima
qué lástima
estar muertos
faltar
a tan hondo deber
a tan preciada cita
a un amor tan seguro.

(Qué lástima - Idea Vilariño)

Estoy enojada.
Sublevada.
Muy enojada.

Mala comunicación.
Malas interpretaciones. No interpretaciones.

En esta historia con S. siento que me salteé un capítulo, que me dormí justo en el final de la película, que miré para otro lado en el preciso momento en que tenía que hacerlo en la dirección opuesta.
Si hablamos de hablar, si la noche anterior a la desaparición habíamos generado una charla que derivó en pactos convivenciales dadas las experiencias diferentes de los dos, no entiendo por qué en mi contestador (otra vez, mi contestador) encuentro un mensaje que habla de "cosas que venían pasando".
¿No es de esas cosas de lo que uno habla cuando quiere poner pautas para que la relación se desarrolle lo mejor posible? ¿No son esas cosas las que se comentan cuando ocurren para que después no haya malos entendidos?
Cosas que venían pasando.
Me pregunto... a los 15 días de conocerse, ¿cuáles son las cosas que venían pasando que uno elige para tomar determinadas decisiones?
S. me habla de una resistencia mía a la apertura de la relación, de empujar la puerta que yo no quiero abrir.
¿Y cómo se llama el verlo hasta cualquier hora de la madrugada, el acomodar planes para poder planear con él, el hacer el esfuerzo de correrme de mi soledad e intentar funcionar en función suyo, el comprometerme a intentarlo a pesar de mis todos?
¿Esas no son también "cosas que venían pasando"?
Pensar en girar mi vida 180 grados de la noche a la mañana me resulta tan inverosímil para mí como para cualquier otro que perjure hacerlo.
¿No es valorable el intento o sólo buscamos resultados en apenas días cuando ambos cargamos con historias que nos ubican en el lugar donde estamos?
Pretender conocer a alguien de cuarenta con la vida de alguien de veinte... si eso ocurre me aburriría.
Y en esto de sacar los pies del plato (como diría un viejo amigo) también me pregunto: Si uno no abre del todo la puerta para que el otro ingrese... ¿Siempre es por uno o será también por lo que el otro no genera?
Volví a escuchar el mensaje una vez más.
Creo que en realidad lo que más me molesta es la típica: "Sos genial, pero no alcanza". ¡¡Si no alcanza no seré tan genial!! ¿Por qué nunca se dicen las cosas como son?
¿Si es tan maravilloso estar conmigo, por qué te vas?
Igual...
Borré tu mensaje.
Te borré a vos.


No todo es lo que es

En este ir y venir por las relaciones, hace aproximadamente 20 días conocí a S.
Totalmente de casualidad, cuando no estaba preparada para que ocurra y con un placer muy grande de que aún así, haya ocurrido.
Los acontecimientos con él se fueron sucediendo lentos pero en increscendo. Justo como lo necesitaba.
Hacía mucho tiempo que no estaba en pareja. Tal vez porque alguna/s relacion/es anterior/es me había/n dejado malherida. Sumado a ésto el hecho de que convivo muy agradablemente conmigo a solas, sentía que reiniciar una vez más, se me iba a hacer muy cuesta arriba. Pero apareció S. con horarios muy particulares (tal como a mí me quedaban cómodos), con un increíble buen humor que fue lo primero que me hizo abrir la puerta, una caballerocidad desconocida para esta época, una atención plena a cuanto yo decía y manifestaba... digamos que casi casi el hombre ideal. Y digo casi porque duró tan poco que ni tuve tiempo de darme cuenta que estaba haciéndole un lugar en mi mundo.
Básicamente podría decir que me permití la posibilidad porque creí estar frente a alguien que no tenía lo que yo más detesto en un hombre: la histeria.
Pensé también que todo aquel recuerdo adolescente de que todo era lo que era se estaba haciendo de nuevo presente como diciendo "no me olvides, puede ser".
Pensé también... sentí también que no corría el riesgo de las desapariciones impensadas e inentendibles. Con él no. Con él eso no pasaría.
Pero como la carroza se convierte en calabaza, S. también se convirtió en uno más de los que sí lo hacen.
El plan era de lo más tentador: pasarme a buscar por mi trabajo, pasar por casa a cambiarme (a menos que lea este blog jamás se enterará de que me había comprado un vestido lindísimo para estrenar esa noche), tal vez cenar en algún lugar lindo y terminar la noche en un hotel.
Porque hasta ese momento había habido noches pero no NOCHES.
Pero sin saber yo el por qué, encontré un mensaje en el contestador de mi casa (sí, sí, como casi la mayoría del planeta tengo teléfono móvil) en el contestador de mi casa decía, diciendo que cancelaba la salida. No entendí exactamente por qué.
Dejé un mensaje en el contestador de su casa (él es de la minoría que por motivo que no viene al caso no tenía teléfono móvil al que llamar), expresando mi sorpresa y mi desconcierto. También pidiendo un nuevo llamado para que podamos hablar directamente.
Lo que lamentable e inesperadamente, nunca sucedió.
El golpe que no esperaba del jugador que no esperaba.
Y no paro de pensar en qué puede haber sucedido.
Ese mismo día al mediodía, almorcé con T., amigo entrañable, de los que conservo de la infancia y a su pregunta de cómo estaba con esta relación, le respondí que muy contenta pero que no sabía por qué, no estaba internamente eufórica.
Ahora pienso si no estaría sintiendo algo que no estaba viendo.
La realidad es que estoy ahora desilusionada, con un desconcierto importante, un vestido hermoso sin estrenar, la dirección de un restaurante al que tenía ganas de ir, la película de Mickey Rourke que él tenía ganas de ver y que no pudimos porque el cine estaba cerrado y yo se la conseguí y la incertidumbre... la incretidumbre que es la peor de las sensaciones.
Hoy volví a dejarle otro mensaje en su contestador, un último mensaje en su contestador (no sé si aún sigue sin teléfono) diciéndole que al no tener respuesta suya, era yo la que ponía punto final a la historia.
No me gusta tener cosas inconclusas. El verbo esperar es uno de los que más detesto de nuestro vocabulario.
Me ilusionaba empezar el año con un "otro".
Tú y yo. Tuyo. Ahora, sólo mío.


Fragilidad

Cuando me volví adulta (aunque no sepa exactamente en qué momento ocurrió eso) las relaciones comenzaron a parecerme cada vez más complicadas.
Tengo recuerdos del mundo de mi adolescencia mucho más simples de lo que después se transformó el mundo en el que me sumergí.
En aquella época todo era lo que era. El chico que te quería te lo decía y significaba eso y nada más que eso. Tus padres eran sólo tus padres y debías amarlos por esa misma razón. Tu vocación era lo que más te gustaba y no te cuestionabas si era lo más conveniente en materia de redituabilidad o no. Tus amigos eran incondicionales y no podías dar un paso sin el consenso general y sin que ellos se enteraran casi al mismo tiempo en que estabas decidiendo dar ese paso.
Después todo se me complejizó.
Y entonces el amor se convirtió en una ruta con señales confusas donde después de un "te quiero" podía venir la propuesta de matrimonio, el pedido de sólo sexo o la desaparición al día siguiente sin siquiera saber los motivos.
Donde mis padres se conviertieron en una institución mucho más cerrada y de la que no logro entender el funcionamiento, y ya no sé si son mi modelo a seguir o a esquivar, si tengo que seguir queriéndolos porque sí o existen otras posibilidades mucho más amplias de afecto.
Mis amigos empezaron a estar en mi vida por etapas. Y entonces conservé amigos de aquella rosa adolescencia (pocos, poquísmos), hubo amigos del profesorado que quedaron en la estación Profesorado y nunca más estuvieron presentes más allá de que en noches de campamento desnudáramos las almas y a veces también los cuerpos, luego fueron los amigos que se generaban en cada proyecto teatral con una intensa comunicación cotidiana donde no había tapujos para contar nada de nada y que luego de las últimas funciones... eran también sus últimas funciones.
Tal vez fui yo la que no supe conservar estos vínculos o tal vez es la forma en que necesito que esten en mi vida.
No siempre me gusta que esto sea así.
No siempre me gustan las decisiones que tomo.
Muchas veces extraño gente que fue importante y que a esta altura, no sé en qué lugar del mundo están anclados.
De todas formas hay un par de esos entrañables, de esos con los que, desde la adultez repetimos rituales adolescentes. Y me gusta que estén en mi vida todavía. Y en un lugar del alma me sigo sintiendo adolescente cuando los veo.
Aunque como en aquella época, todavía siga tomando malas decisiones.

Capítulo cero

Escribo desde los 11 años.
Al principio iniciaba con el típico : "Querido diario". Posteriormente se transformó en sólo "Diario", pasando por el encabezado con fecha para devenir en una especie de cadena metonímica que con suerte tenía la fecha al pie de la página.
Creo que esto será lo mismo pero digitalizado.
Todavía tengo ganas de escribir en mis cuadernos tipo libro que elegía minuciosamente cada vez que uno de ellos se terminaba. Es más, en mi mesa de luz tengo uno esperando con un montón de hojas en blanco y una lapicera de tinta destinada también para ese fín.
No dejé de ser romántica, pero me di cuenta de que con el teclado escribo mucho más rápido y por ese motivo me dan más ganas de hacerlo.
Ahora bien... la pregunta del millón antes de sentarme a armar el blog fue: ¿Me animaré a contar todo? No porque mi vida sea escabrosa o arriesgada, pero también es real que algunos secretos hay.
Y me di cuenta que hay varias opciones: puedo narrar las cosas tal cual son, puedo transformarlas en una historia de ficción y no por eso faltar a la verdad o puedo escribir obviando algunos detalles. Ya veré cómo voy resolviendo.
También me preguntaba qué dirían mis amigos si vieran sus nombres en mis páginas. Pero eso fue más fácil de resolver: sólo escribiré la inicial de cada uno de ellos para no poner en compromiso a alguien que no tiene ganas de mostrarse como yo.
¿Tengo ganas de mostrarme?
Imagino que la respuesta más rápida sería una afirmación de momento que estoy exponiendo mi mundo en estas pequeñas páginas.
Pero creo que no voy a tener la respuesta certera hasta que avance en este camino. No descarto la posibilidad de volver sobre mis pasos y dar marcha atrás.
Por ahora elijo avanzar. Rumbo incierto. Paso firme. Veré a dónde llego.