Deseo desde el corazón

Deseo desde el corazón... Que nunca les falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar donde ir y alguien a quien querer.
Y recuerden: lo imposible solo tarda un poco más...

miércoles, 8 de julio de 2009

Etapa Mercedes


Etapa cero o el empaque - Mayo, 3

A veces uno imagina con quién puede contar en esos momentos y otras veces no.
Pero hay algunos que son los pilares fortísimos de siempre.
Mi mamá (y acá no pongo inicial, se merece que la nombre), que más allá de cualquier cosa, hace lo imposible, pero lo imposible de veras para estar cuando yo necesito lo que sea.
Me apoya, me acompaña, me ayuda, me inspira… me critica mucho también, peleamos también pero así se construye el vínculo maravilloso.
Con su amiga de caminos D., entre las dos hicieron el trabajo más duro, firmes las dos y queriéndolo de corazón.
Mi infaltable amigo G., que con sus mates acompañó la tarea (algunos hombres no son muy hábiles para este tipo de cuestiones). Pero siempre ahí, acompañando como sea.
La voluntariosa M., que además de comprarme varias cosas en la feria que improvisé con las cosas que no iba a traer, me organizó la ropa de manera increíble, se podría dedicar sin duda a esta metié porque resuelve con una rapidez y una calidad que son admirables.
Y la pequeña B., que con su compañero de amor también se llevaron algunas cosas de casa para armar la suya nueva.
Y S., siempre S. con su tiempo acotado por ella misma, pero infaltable. Y siempre con ricas galletitas.
Viernes noche pasaron también F. con su novio y mi reencontrado D., pasamos un momento de mucha risa, para despedir la casa con vino y alegría.
Era importante para mí hacerlo de ese modo. Me daba mucha felicidad emprender esa partida.
Hubo también algunas ausencias notorias, por decirlo de algún modo, o esas que uno no imagina y que a partir de estas situaciones se mira diferente algunos vínculos. Por lo menos yo lo hago.
G., que siempre estaba en casa cuando necesitaba algo y estando tan cerca que asusta, no tuvo ni un mínimo de tiempo para despedirse de mí. Y no me vengan con que no podía con la despedida porque no lo creo bajo ningún aspecto.
Después se soluciona la ausencia con mensaje de texto, una modalidad que no termino de admitir y que por supuesto no respondo, porque no lo siento.
M., que también suele no estar cuando yo quisiera, por supuesto tampoco estuvo.
A ella sí le respondí el mensaje que también mandó simplemente… porque sí, tampoco es por algo en particular. No es una amiga que extrañe cuando no está cerca porque como dije, suele no estar, pero no sé… para algunas cosas estuvo presente y rescato eso para seguir el contacto.
Y como esas gratas sorpresas de la vida, imposible no anotar la enorme colaboración de M., amiga de la infancia con quien, pese a los años que no tuvimos contacto, retomamos el vínculo casi sin resquebrajamientos. Ella y su pareja, estuvieron el sábado conmigo para ser los primeros en pisar el suelo de mi nueva casa, no sólo a ayudarme a traer mis plantas (que pese a todos los recaudos no lograron sobrevivir más que dos) sino también para darme una mano, inmensa mano con la limpieza de mi casa nueva, para que todo esté impecable para el día de la mudanza. Obviamente amenizamos con mate, salame y queso casero y golosísimos churros con chocolate en la ruta viniendo.
Y para el lunes por la mañana la casa estaba completamente desnuda. De muebles, de presencias y de recuerdos. Tenía todas mis expectativas en esta casa, en esta nueva casa en la que sabía de antemano que me iba a sentir tan a gusto.



Etapa uno o el desembarque - Mayo, 4

Y llegar fue tan conmovedor…
Porque fue saberme en un cambio de vida casi radical diría.
La lejanía del centro, la calle de tierra, la ausencia de internet, cable, colectivos…
Todo modificó mi realidad.
¡Y desde el primer momento me sentí tan en casa!...
Con el TL. Siempre acompañando y resolviendo. Creo que a él también le cambié un poco la vida.
Desde que llegué tiene muchísimas cosas por hacer. Me acompaña, cena conmigo todas las noches, me resuelve, me compra, me lleva, me busca… y pone el lomo como nadie.
De a poco se fue armando la casa. Decidiendo otra vez donde iba qué.
Y con el correr de los días la casa tomaba color y forma.


Etapa dos o Bienvenida - Mayo, 5

Tengo nueva perra.
A fuerza de insistir, a fuerza de que la echaba y volvía, a fuerza de mover la cola y comprar, se quedó.
Ahora es una guardiana extrema. Defiende lo que es suyo, lo que la rescató de la calle.
Igual, vuelve a la calle. Igual, acá todos los perros son de la calle. Hasta los de las casas. Son como las pandillas del barrio. E Igor también lo sintió así y dejó de ser el perro de la cama para convertirse cada día un poquito más en un PERRO. Ahora juega con Bienvenida (así se llama mi perra) y corre y se divierte y hasta excediendo mi credibilidad, come alimento balanceado. Se contagian las mañas. Ellos también re aprenden.


Etapa tres o la vida al aire libre - Mayo, 10

Mis ratos de descanso entre acomodar una cosa y limpiar otra, los paso sentada en mi sillón de mimbre al sol en la puerta de casa viendo la inmensidad del campo que tengo delante.
¡Y me da tanto placer!...
También ando en bicicleta, que será mi medio de transporte de acá en más.
Calle de tierra, golpeteos de sillín, el aire en la cara, el sol pegando de refilón y la sensación de plenitud.
A veces quiero que ésta sea mi vida para siempre. Me cuesta volver a Buenos Aires. Bueno, a Capital, pero acá a la capital se la llama sencillamente Buenos Aires. Como lejanía, como viaje a encarar, como no cotidiano.
Y dentro de este mundillo casi rural… Chiquita.
La segunda perra agregada.
Y acá cierro las posibilidades de adopción.
Me conmovió.
Tenía cuando llegó, una mirada tan triste que me costaba mirarla.
Ojos abatidos, como cansados de la vida y tan chiquita…
Y como donde comen dos comen tres…
También hay veterinarios que si saben que son de la calle te dan una mano, no resultó difícil la decisión.
Ella es más cariñosa, como más agradecida.
Y también guardiana. A su medida pequeña. Pero dejémosla que crezca un poco y que adquiera las calorías suficientes. Ya empieza a jugar un poco más que antes y también insiste mucho en entrar a casa. Tienen una cucha grande para las dos. Esa es su casa en mi casa.
Y la sensación es que ahora tengo una vida.
Ahora pareciera que en Capital viví apurada, con la vida que podía tener más allá de si era la que quería tener o no.
Ahora me siento mucho más feliz.
Mucho más completa.
Mucho más en mi lugar.
Se van a extrañar por supuesto la frecuencia de algunas caras. Pero también sé que las que más me importan estarán habitando también este espacio con visitas y existe siempre la posibilidad de los nuevos encuentros, que acá pareciera que son más posibles ya que más íntimos.
Son días felices.
Me gusta poder registrarlos.


Etapa cuatro o Lágrimas en la ruta - Mayo, 15

Se suceden a veces esos días en que el corazón se revela y una no sabe cuál es la verdadera causa de esa manifestación.
Ayer por la tarde comencé el taller para hemofílicos. Satisfacción enorme (ya hablaré de mi relación actual con la docencia), días de esos de lluvia como a mí me gustan (mi primera lluvia intensa en mi casa nueva)… nada hacía prever las lágrimas que después se suscitaron.
Ya la ida había sido más complicada de lo que hubiera querido y terminé tomando un taxi en Once para no llegar tarde. Empecé a padecer los desaciertos del Sarmiento.
A la vuelta entonces, estaba con suficiente tiempo para llegar a tomar el tren en Moreno que me traería de regreso a casa.
Una desinteligencia en la información, que este tren sale primero, que no, que el otro… terminé corriendo el que creía que llegaría sin problemas… pero que no llegó.
Y entonces me encontré sola en Moreno, con la lluvia, el viento, el frío, nadie, absolutamente nadie que tuviera una respuesta clara y concreta de mi tren, pero lo que realmente era seguro, era que ya se había ido y yo no lo había alcanzado.
Corro entonces a la supuesta parada del 57 (que en realidad nunca encontré), se me va delante de mis narices el que venía a Mercedes, y entonces en un semáforo y ya casi desesperada, me subo como llevada por demonios al que iba a Luján. Allí podrían ir a buscarme.
La impotencia, la bronca, el que nadie sepa nada y por supuesto el que nadie se haga cargo de nada, hicieron que sin poder controlarlas, saltaran a borbotones las lágrimas de mis ojos.

De todas formas, de alguna manera luego con el correr de la ruta me fui calmando, pero las horas pasaban y yo tenía un solo deseo intenso: ESTAR EN MI CASA.
Me da impotencia el tiempo que se pierde en viaje, no resisto esa sensación de estar en una parada de colectivo de noche (siempre es de noche este sentimiento), con el tiempo que pasa y el bondi que no llega.

Y como la odisea debía ser larga y la ansiedad debía acumularse un poco más (tendré que aprender sobre esto todavía pareciera), TL. llegó a buscarme a Luján y exactamente en el peaje de Olivera, ahí nomás en la nariz del muchacho que nos daba el ticket, el auto dijo “no quiero más” y ahí se quedó hasta que no sé qué hizo que vuelva a arrancar.
Vuelta larga, vuelta interminable.
Vuelta que aumenta mis ganas de ya tener mis trabajos más establecidos acá para no pasar por esto.
Veo por la ventana el campo.
Hoy también hace frío pero hay sol.
Voy a salir en la bici.
Ahora mis compras son en bici.
Como antes.
Como cuando pertenecía acá.

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