Volver al rudo después de tanto para retomar con un pensamiento negativo.
Aunque si lo pienso bien, también tiene su lado positivo y por eso mismo, importante.
Tiempo de movilizaciones internas.
Tiempo de sentarse con el corazón en la mano y animarse a reconocer miserias y necesidades.
Hay vientos que desatan tormentas.
Hay huracanes que desnudan el alma si uno está desprevenido y no tiene un árbol a mano del cual asirse en caso de que el viento arrastre.
Siento que por la mía pasó uno de esos que destruyen hasta los pensamientos.
Y en medio de tanto descalabro, no atino a pararme a pensar qué es lo mejor y qué no. Simplemente, me dejo llevar. En algún momento, parará.
Y ahora que parece que calmó, es tiempo de recoger los pedazos y acomodar de nuevo el rompecabezas en el que se convirtió mi corazón.
Entonces… reordeno la casa, pongo colores donde hacen falta, perfumo el aire y aprovecho las vacaciones para reordenarme por dentro.
Soledades.
Elecciones.
Decisiones.
Amores y desamores… como para empezar a rearmar el rompecabezas desarmado.
Hay realidades propias con las que no estoy de acuerdo.
No sé qué hice o qué dejé de hacer para que se instalen con tanta presencia en mi cotidiano, pero estoy preparada para encararlas y modificarlas.
Hoy D. me decía que me notaba más triste, con menos chispa, más apagada.
Y sí, hay un poco de todo eso. Pero aún así, la férrea voluntad de girar lo que esté a mi alcance para ubicarlo en un lugar más a gusto, más agradable, más llevadero.
Tantas emociones conviven dentro mío en este momento que siento que me avasallan.
Navarasas.
Se revelan, se muestran.
Se mezclan, se confunden.
Y yo empiezo a aclararme, como el cielo después de tanta lluvia.
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