Deseo desde el corazón

Deseo desde el corazón... Que nunca les falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar donde ir y alguien a quien querer.
Y recuerden: lo imposible solo tarda un poco más...

viernes, 29 de octubre de 2010

De luto

Recuerdo haber visto llorar a mi padre en dos escasas ocasiones. Y siempre con la muerte rondando cerca.
La primera, cuando internado en un sanatorio miserable, abandonado, con pasillos con ecos eternos de madrugada y yo cuidándolo, tomó conciencia de la muerte de su hermano ocurrida pocos días antes.
La segunda, ya al límite de su vida, cuando tomó conciencia de su propia cercana muerte. Y también recordó a su hermano.
En las dos estuve presente.
Como si la muerte (o la vida) me diera la posibilidad de ver que su inquebrantabilidad no era tal. Como si me dieran la oportunidad de verlo humano, débil, más hombre que padre perfecto.
Hace casi tres meses que murió.
Y yo nunca lo lloré.
Y hoy, invadida por esta muerte general, por esta muerte de todos, por esta muerte que acerca hasta a los polos más lejanos, hoy, con esta muerte país que duele en las mismísimas entrañas, hoy, pienso en mi padre y sí, lloro.
Lloro no haberlo llorado.
Lloro al pensar que si viviera sería la tercera vez de su llanto.
Lo imagino sentado en su sillón como desde hace años, viendo pasar la vida por una pantalla.
Y desde hace casi tres días él hubiera estado ahí, pero viendo pasar la muerte, conmovido por los homenajes, emocionado por las presencias, las banderas, la autoconvocación, y pensando tal vez, en su propia partida.
El viejo quería a K.
El viejo que mantuvo su silencio de voto aún con su entorno más cercano, pero que sabíamos que aunque su elección no era dicha, los ojos se le iluminaban de esperanza cuando K. aparecía, cuando K. hablaba, cuando K. prometía… y cumplía.
El viejo se murió sin poder saber que ganó su juicio contra la empresa que lo explotó durante años y que no le actualizaba su jubilación como él sabía que merecía y que K. puso en marcha la posibilidad de su revancha.
Sí, la empresa que lo explotó en sus años mozos no era otra que Clarín.
El viejo hubiera llorado esta muerte.
Y yo la lloro por él.
Y por primera vez también, lo lloro a él.

Dos muertes dolorosas.
Dos ausencias terrenas.
Dos almas que deben estar saludándose y el viejo agradeciéndole.
Y K. palmeándole la espalda.
O las alas.

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