Sí, claro que las necesito.
Sobretodo cuando su amor (no, corrijo. Mi amor por él) estuvo anquilosado en mí por una eternidad.
Escucho Silvio Rodriguez, Serrat (que era nuestro conector), mis amigos surqueros... y en ninguna de las letras siento una identificación.
No lloro por ningún amor perdido. No extraño. No quiero que nadie esté en mi cama.
Y celebro entonces el vaciamiento para volver a llenar.
Porque esa trasmutación que remarcaba M. (y precisamente en mi cama, nada menos) tiene que ver con esta posibilidad recién descubierta: sí, quiero llenar.
Y entonces las canciones se disfrutan desde la poética puramente.
¡Y qué bellas las redescubro!
Puedo volcarme otra vez al romanticismo musical empalagoso, porque... NO LASTIMA!!!!
Ay, qué bellas mis vacaciones...
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