Deseo desde el corazón

Deseo desde el corazón... Que nunca les falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar donde ir y alguien a quien querer.
Y recuerden: lo imposible solo tarda un poco más...

miércoles, 27 de enero de 2010

Docencia como acto solidario

Así lo entiendo y así me gusta ejercerlo.
Mi madre se preocupa por la soledad de los caminos que recorro para llegar a tal o cual escuela.
Soledad.
Campos extensos desolados.
Caminos desamparados.
En su lectura, caminos peligrosos.
En la mía, los que me conducen a las escuelas donde los niños esperan la llegada de la maestra.
Donde yo quiero enseñar.

Desde mi niñez y persistiendo en mi adolescencia, mi memoria (y mis diarios íntimos de la época también), me remiten a una única heroína: Laura Ingalls.
Admiraba su vida, su familia, su escuela, su perro.
Y cuando creció y fue maestra… fue la culminación del éxtasis admirativo.
¡Yo quería ser como ella en toda su dimensión!
De hecho, mi primer intento de carrera no fue educación física, sino magisterio rural. En ese entonces estaba de novia con L. y planeábamos irnos a vivir al sur, al campo en el sur, claro. Y nada mejor que convertirme en una maestra rural como ella.
Después los planes cambiaron, el sueño sureño con L. se rompió junto con nuestra pareja y desistí de mi magisterio.
No me fui lejos, seguí siempre el camino docente.
Y también misionaba, y también trabajaba en hogares de niños, como si fuera todo parte de un mismo TODO.

Y la lejanía tenía que ver también con esto.
El campo.
La distancia.
La necesidad florecida de esa distancia.

En la escuela 12 la característica general era la falta de normas de comportamiento.
En la escuela de Gowland la característica general es la falta.
La falta de todo.
La carencia.
De alimento, de ropa, de afecto. También de normas, que las van aprendiendo a una velocidad voraz.
Y es en esa población escolar donde me gusta desarrollarme.
Docente y acto solidario.
Porque logré conseguirles materiales de trabajo para este verano, porque les logré hacer arreglar la bomba de agua, porque tengo un bolsón de ropa prometido para que se repartan… porque es así cómo me gusta trabajar.
Y el teatro aparece como mundo fantástico en estas realidades.
Y como pareciera que la imaginación es la única herramienta con la que cuentan, las historias se vislumbran maravillosas.
Las que ellos me inspiran y las que ellos cuentan.
(Si hasta a una de ellas, un ratón la llevó volando a conocer París).

Y su necesidad aumenta mi necesidad.
Estar ahí en medio.
En donde hace falta.
Entre los caminos desolados.
En los solitarios.
En los que la lluvia cuando aparece, no deja llegar.

Donde te ven llegar y corren a tu encuentro, porque no sos una más de tantas, sos LA.
La importancia.
La valoración.
El reconocimiento.

Reconocimiento.
Desde la actuación, siempre se lo persigue.
Yo lo perseguía.
Y ahora pienso que tal vez no era ese reconocimiento el que debía perseguir sino este otro, el de los niños campesinos que me piden a diario la "historia para jugar".

Trascender.
Abrirles la posibilidad de nuevos mundos.
Que sepan que pueden conquistarlos.
Que pueden soñar.
Que pueden cumplir sueños.

Que, como diría una de las abuelitas de Tim Burton en una de sus películas: "Nada es imposible".


Y sí, que me recuerden por eso.

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